martes, 30 de diciembre de 2008

Camino a casa

Suena mi voz como un crótalo solitario.
Me gusta llegar a casa caminando desde el metro
un gato,
dos gatos,
el tercero, todo gris,
me mira con ojos de faros.
No hay amabilidades cerca.
Un papel arrugado,
un carrito de la compra sin doña,
todo reventado.
Desahuciada, exiliada de líquidos
la botella de plástico
declara botellón en medio de la acera.
Se crean sinfonías de distancias
desde tu abrazo a mi abrazo.
Un paso, (toc)
dos pasos (toc, tac).
Instrumento de suelas gastadas.
-Remendón sí cambia las tapas...
que sigan sonando a balazo (toc, tac)-
Farolas de mimbre y resaca
amarillas de vergüenza y rabia.
¿Qué se alumbra donde no hay nada?
Llaves de salvoconducto.
Cerca está la trinchera.
Un paso, (toc)
Dos pasos (toc, tac)
Se aupa el ojo en el hombro
en la esquina la cintura se quiebra
en casa espera la pulpa de las ciruelas.

Nares Montero 30-12-2008

lunes, 29 de diciembre de 2008

Odio la rima fácil o Reincidente

Querido:

Comienzo encendiéndome un cigarrillo después de la (1,2, 3..) octaba palabra escrita y pienso que no sé que contarte ni que decirte a estas alturas del partido. Fumo demasiado. La familia bien, gracias. Mi madre como siempre en su no parar de trabajar y sus desvelos, y sus chistes malos a la hora de Arguiñano. Los demás igual o eso creo, no los veo o no se dejan ver y eso en mi familia, ya sabes, son buenas noticias. Tampoco soy yo, ultimamente, la que más se prodiga.
Ando con la mochila cargada, con mi síndrome de Diógenes a cuestas, lo mío son los síndromes desde pequeñita. Llevo partituras en los costados, la pua de algún guitarrista en la cartera, algún porro consumido en mi adolescencia tardía, la mirada de un hombre que me negó tres veces en la oscuridad de un huerto, gran corazón y poca fe la de aquel bendito al que aún sueño. Llevo diosas temporales de las que colecciono discreta. Las pezuñas y los estertores de una muerte entre las manos, despedidas en el gran teatro y los piropos de algún viejo sátiro.
Llevo vestidos largos y labios rojos, Salamanca a un paso, los abrazos de algún gigante que se aleja y no deja rastro. Anda en mi equipaje un puñado de tardes y guitarras, salmorejo, vinos y zapatos. Noches que se llevan la inocencia, poesías con recargo, Trivial a la intemperie y un tractor que nos abduce después de risas y baños. Carcajadas, borracheras, conciertos y retratos. Un no se atrevió y yo aquí sentada esperando, un se acabó lo que se daba, un volveremos a encontrarnos. Sigo llevando mis nalgas frías a todos lados, lentillas de colores, periódicos y flores que se deshacen en las manos. Me deshice de anillos, pendientes y collares, ya no llevo alajas ni pertenezco a nadie. Errores de nunca más, el salto mortal de algún canario, entradas para un paraiso desierto de ti a mi lado. Llevo rimas que me aturden, mil cuentos de asesinatos, el talento arrugado en el dobladillo del refajo. La eurocopa y el único momento en mi vida en que me puse una camiseta con la bandera española. Anuncios del tipo: Si eres legal, eres legal! (wow!) (¬¬) mejor los olvidamos!.
También llevo las listas de todo lo que se quedó pendiente. Esas, son las que más espacio ocupan. Que se le va a hacer querido, no puedo tirar nada y soy reincidente.

Nares Montero

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Verano en navidad

En este momento me huelen las manos a mandarina.
Gajo por Gajo, muy despacio pienso (y no tan despacio) en palabras que se me vengan a las manos y tomen el aroma de este cítrico tierno.


Las mandarinas siempre me resultaron una fruta infantil. Me gusta más comer madarinas que naranjas, excepto en zumo. No hay mejor zumo que el de naranja. A cualquier hora y con casi todo.


Las mandarinas son como una travesura. Como el almuerzo que me preparaba mi madre para el recreo. Me ocurre una sensación parecida cuando como nísperos estivales. Siento un picardía muy concreta cuando como mandarinas.
Las mandarinas son como el verano del invierno.

También recuerdo muy claramente como las cáscaras de mandarina se volvieron un símbolo de nostalgia para mi. En una clase de teatro, hace ya más años de los que estoy dispuesta a pensar que han pasado, una compañera trabajaba el sentimiento de alejarse y dejar su tierra y sus recuerdos en una escena intimista:
Una parada de autobus en la carretera de un pueblo perdido. Una pareja de campesinos han decidido irse a la ciudad y probar suerte. El hombre, todo envuelto en pana, mira a lo lejos de pie y ella con un vestido de flores, el de los domingos, un chal y los zapatos negros que se compró para las entierros y las grandes ocasiones, está sentada en el banco, escuchando como el hombre justifica la huida por una vida mejor. El canasto de paja reposa en el suelo delante de sus anchos tobillos y sus manos, ensimismadas, van pelando las mandarinas que aguardan en su regazo. Las mondas caen lentamente al suelo y un charco de cáscaras naranjas se refleja en sus ojos. Los turgentes gajos se deslizan en su boca agrietada de tiempo y memoria, mientras se le revuelve el pelo con el aire de la mañana.
Así es la nostalgia del que va a perder todo lo que conoce. Como esas cáscaras de mandarina.

Yo apuro el último gajo. Lo muerdo. Aguarda el hollejo, vacio de zumo, en la boca un segundo. No hay más invierno con la pulpa de mandarina refrescándome los labios.

Esta noche bien distinto será el turrón de pobre. Un higo a la mitad con una nuez en medio... luego guardar las cáscaras de nuez para hacer ratones con cola de hilo trenzada. Pero eso será esta noche... mis manos me recuerdan que aún es verano en esta oficina.

Feliz navidad a todos!


Nares Montero

Agua que (se) va


Todos tuvieron nombres propios:

Como los ríos.

Los que huyen precipitados
o calmosamente al mar.

O los que se secan
y deján el lecho resquebrajado,
huérfano de nombre propio
y de río.

Como los que en mañanas de verano
dan brillo a piedras lisas,
cantos de río.

O como los que se escarchan
de invierno y olvido
y hacen de su apariencia
un peligroso espejismo.

Algunos fueron sutiles,
apenas un reguero
de agua grácil en una acequia.

Y los hubo poderosos,
torrentes debastadores,
sin cauce ni destino.

También ellos fueron río.

Todos tuvieron nombre propio.
Desde el calmo al huidizo,
del fértil al humilde,
del categórico al esforzado,
del sublime al cobarde.

Toda una deidad de ríos
con sus nombre propios.

Todos dejaron sus sales
a alimentar mis lodos.

Todos con nombres propios,
como los ríos,
huyen,
precipitados
o calmosamente,
al mar.



Nares Montero 5 Nov 2008

martes, 23 de diciembre de 2008

El quinto cigarro


Sólo quedan cuatro cigarrillos en la cajetilla y uno aún sin encender en mi boca. Quedan cinco cigarrillos. Pero uno está quemado ya, aún antes de apretar con el pulgar la piedra eléctrica de mi mechero de propaganda.
El pitillo reposa en mis labios, como las palabras no pronunciadas. Y está tan consumido como los hechos sin consecuencias.
Mi comisura izquierda entreabierta saborea el futuro humo y reblandezco el filtro con la saliva húmeda y mis ganas de arrancarle una profunda calada. Como las palabras no pronunciadas.
Tanteo el mechero y lo enciendo un par de veces a una distancia prudente, para comprobar que funciona pero que yo controlo cuando y hacia donde. Como las palabras. Está consumido (o consumado) como las palabras.
Pero aún no lo he encendido. Reposa ahora en mis piernas cruzadas junto al mechero. Quedan cinco cigarros pero apenas son cuatro los supervivientes de esta ansiedad de palabras.
Aún no me lo he fumado pero ¿que importa? ¿Acaso alguién piensa que quedan aún cinco cigarros?. Mi deseo de absorverlo, de incendiarlo ya lo ha matado. Veo la colilla aplastada en el cenicero atestado. Palabras inútiles. Apenas restos y ensayos de palabras importantes, justificaciones, excusas.
Este cigarro, el quinto, son dos palabras que no tienen significado. Dos manidas palabras, tres consonantes, cinco vocales. Ocho letras tan sólo y yo tan sola, en esta noche de cuatro cigarros y apenas ocho letras. ¿Que más dá si me lo he fumado o no? Tantas veces han sido pronunciadas por mi voz y repetidas por mis resonantes esas ocho tristes letras. Ahora no es distinto pero lo es. (Puedo escribir lo versos más tristes esta noche).
Lo enciendo y sé que desaparecerá tan pronto como desaparecerán las palabras que guarda si las pronunciara de nuevo en vano. Que no recordaría nunca que tusa contenía el significado mágico de las dos palabras que se resiste (y muere por) pronunciar mi boca. (Qué importa que mi amor no pudiera guardarla).
Ah! pero ahora entiendo, cuando perdida nada, la nada, en el cristal, de mar de cenizas y colillas. Que tan importantes son esas palabras. Ya lo he fumado y sin pronunciarlas las echo en falta y miro recelosa la caja que guarda los, ahora, cuatro cigarros sin palabras.
No importa lo que haga, porque el TE QUIERO se ha quemado para siempre.
Que importantes son las palabras!
Lo fumé y ya no queda nada. Solo restos arrugados de lo que pudieron ser dos palabras.

Nares Montero




lunes, 22 de diciembre de 2008

Falsa femme fatale en Peumayén


Todo el mundo debería tener cerca una gran ventana por donde mirar cuando las letras y los trapos, las pelusas y los zapatos se confabulan en tu contra.

No hay crónicas que escribir cuando no tienes una gran ventana cerca.

Da igual sí da a un patio con flores de cemento, a un colegio desierto de niños y escarcha, a un corral con fantasmas de gallinas, o al almendro donde esperaba Penélope descalza.

Ahora que Peumayén queda desierto, que toda la tripulación zarpa, yo quedo a cargo, voluntaria, del faro que avisa y que luce. Lanzo al mar mi escogida soledad de sal e inundo la trinchera de aguadulce que me mantuvo a salvo en su carnaval.

Que no choquén los navíos con las costas.

Que sigan el rumbo que les marque la brújula o el viento.

Que se quede este paraíso desierto.

Ya guardo yo los bártulos en bolsas.

Queda un candíl incombustible a mi vera que alumbra las baldosas donde pisan mis pies.

Hierática la costa espera, quizá otra primavera, donde te vea volver.


(Volver con la frente marchita las nieves del tiempo, platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada que febril la mirada, errante en la sombras te busca y te nombra .Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver.)


Suenan los acordes que paran los latidos de la sangre y tampoco supe que decir ayer, que fue la última vez que tu y yo hablamos. El taxi era un desierto de reproches y mis manos te pedían a bocajarro.

Sé que las mañanas serán azules, sé que este momento se cargó de espera.

Sé que quedaste atrás como en un ambar, seguiré subiendo peldaños de esta escalera.

No supe ser ni Femme fatale ni querubín, no supe ser Ilsa Laszlo ni tu Rick Blaine

No busco la santidad ni el infierno cárdeno, tan sólo la tranquilidad de algún jardín.

Así que aquí me quedo, en Peumayén, cuidando este faro en solitario, sin nostalgias ni desdén, tomando notas en el obituario.
Sólo quiero una ventana grande donde ver el mar en el que te escondes.



Nares Montero



Para regresar y para casi todo es tarde y aquello que no fué nuestro más fiel amante.

Ismael Serrano.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Raudo


Amor,
ven pronto a mi.
Este letargo acaba con tu recuerdo
y deseo morir la ausencia de tus besos.
Ven pronto a desnudarme
y descoserme
las angustias que borda tu vacío.
Ven a mi que no soy sin ti
más que un obscuro precipicio.
Ven pronto, se diluyen las sonrisas
en el agua salada de esta soledad.
Ven a mi, ten en cuenta
que tengo en venta hasta los huesos.
Ven pronto, amor, a mi.
Antes que desaparezca
y ya no quede más tiempo.
Ven, amor a mi.
.
Nares Montero (Julio 2008)
.
Porque tus palabras me recuerdan a las mías.
Porque no se te ve pero se te siente.
Por la cercanía.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Los misterios de la máquina de escribir II : Sunday evening


Cuando sonó el teléfono esperaba el triste sandwich en la mesa baja del salón.

Se apresuró a coger el auricular mientras colocaba los cojines aplastados.

Pronunció un azaroso ¿Aló?. No hubo respuesta. Pasó las horas rancias de domingo por la tarde escuchando como respiraba el auricular de fuego.

De fondo la televisión detenía un mundo que empezó a girar en el momento que descolgó el teléfono y pronunció un aló azaroso.


Nares Montero

sábado, 13 de diciembre de 2008

seísmos


Diáspora

porque perdimos

el epicentro

de las almas

(entre) (en) el amor

y el deseo.




Nares Montero ('07)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Utopía de lunes


Que no nos tomen por necios amor.

Deseo tu llamada mientras se clavan mis pupilas en los artículos del periódico.

Deslucido, diluído, desaparecido.

Espero que tengas en mente mi recuerdo y te falte de las manos mi tacto.

Sin dolor, una leve astenia.

En este ahora, que te recuerdo, no en el que te niego, ni en el que te dudo. En este, que te recuerdo, vagan firmes procesiones de pensamientos y promesas de un futuro que no es ahora.

Ni ahora.

Pudiera decirte mil silencios entre las sábanas y entonces sólo se producen gemidos.

Sin embargo se deslizan los presagios de la vida atrevida por debajo de la mesa.


De mañana, vienen a verte mis manos.

De afuera vienen sonidos y tu te revuelves y me aprietas. No dejes que se corran las cortinas.

Aún no está alta la luz de la mañana y nos queda todo el tiempo para despertar.

Te deslizas silencioso en tus compases. Yo aprieto el pecho contra el mundo.


Ya estamos aquí amor. No nos llamaron necios, aunque lo pensaban.

Construimos un mundo de palabras que solucionaban conflictos, pero nunca las utilizamos de salvavidas. Hicimos que el café del desayuno calentara manos de escarcha. Desterramos celos, embustes e hipotecas... no hay sitio en este ahora para los proscritos. Hicimos piedra a piedra este presente y vimos nacer un futuro que no es ahora.

Ni ahora.

Este, de memoria te lo sabes. Lo tarareas constantemente. Cántamelo al alba que se me quede grabado para siempre.


El pan es para todos en este ahora.


-Buenos días vecino!-.


-Hujambo, Uhali gani?-.


Todo es fertil, todo es grácil.

Tu y yo conseguimos que este futuro fuera posible. De la mano. No fuimos necios amor.


Epílogo:


La astenia se convirtió en abstinencia y no llamas ahora. Ni ahora.

El periódico arruga su última página como quién arruga un corazón o viceversa.

No llamas. Que necia!

No hay ahora.


Nares Montero

Imagen: oleo sobre tela Ximena Pizarro

sábado, 6 de diciembre de 2008

Honestidad brutal y realidades analgésicas


Después de comer, un sábado cualquiera, huyo de películas navideñas, de una televisión que nos absorve, que nos convierte en no pensantes.

Huyo también de la idea de una romántica mentira, una comedia irreal de un país lejano que controla el mundo.

Huyo de novelas, quimeras, engaños, mentiras.

Dejo que me devore la realidad y -como decía Calamaro- la honestidad brutal.

Hoy, quizá por los achaques del corazón, por los dolores ajenos, las bombas, los muertos, los naúfragos, las víctimas, hoy, me cubre el denconsuelo.

Vivir en un mundo paralelo, como diría la mágica Kika, o en mi mundo de piruletas, que me diría un ex programador teatral, normalmente protege egoistamente de la barbarie.

Te conviertes sólo en un testigo tras el cristal ahumado. Sin embargo no deja de ser un cristal, tan solo una frágil lámina de partículas organizadas. Frágil.

Sí todo es energía, sí todo está conectado.

Soy cristal y aire, patera, gas, bomba, pistola, hambre, agua salada, cólera.

Soy víctima y asesino que llora.

Sin embargo el tiempo apremia y el mundo de piruletas me engancha de la espalda y las lágrimas y vuelvo a esa realidad analgésica.

Conciertos y sonrisas. Una ciudad alumbrada anuncia que ya es navidad.


Nares Montero

jueves, 4 de diciembre de 2008

Cada día otra

Cada día soy otra.
Un perro me mira desde la puerta. Espera.
Cada día soy otra.
Hoy no tengo disfráz ni zapatillas de andar por casa, por tu casa.
Las manos frias siguen tu ritmo, ciegas.
Esta vida es posible... lo notas? pero no es real... es un juego o un encantamiento o una magia o un simple engaño.
Yo no soy hoy una mis multiples otras, si no una de las tuyas.
Puedo ser casi lo que se te ocurra, aprendo rápido.
Lo deseas?
Sacio, paciente, tus básicas necesidades de hombre peregrino y ermitaño.
Pero soy otra.
La intemperie me impide sentir.
Sentirme las entrañas, los saltos del alma.
Aunque noto la quietud de esta vida tranquila y la anhelo aunque tan cerca no pueda tocarla.
Cada día soy otra, pero hoy no se quién soy.

Nares Montero

miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿Quién mató a cupido?

Soprender no es tan fácil cuando se espera una sorpresa.

Sorprender quizá, en un cumpleaños, sea lo propio, lo más habitual.

Pero cuando lo que tiene que sorprender es la personalidad o las acciones... eso es otro cantar.

Podría llegar disfrazada, escribir palabras y amontonarlas en torno a mi cuerpo, entonces tú, una a una, las pronunciarías desnudándome por completo.

Podría moverme al son de tus tambores mientras la tinta salta a nuestro alrededor.

Podría desplegar las alas y mostrarte que volar es tan habitual como tu manta errante.

Podría romper los pactos conmigo misma y dejarme llevar. Pero no iriamos muy lejos.

Eso lo sabes, lo sabemos, a ciencia cierta y por decreto.

No estamos dispuestos a seguirnos ni a escogernos.

Entonces, sin atardeceres, nos encontramos y esperamos que nos ronde la sorpresa del amor.


Nares Montero

La muerte del paraninfo


Toda la ciudad es un desnudo.
Está sola la estación
de blanco hospitalario
blanco insultante
pulcro
blanco
sanitario.


Tornos abiertos
-declarando la selección natural del día
y el abandono como morada de la noche-.


Ciudad hostil -en cueros,
puertas abiertas- espera engullirme.
Será el monstruo del armario,
la oscuridad camuflada en ruidos
y hábitos diarios.


Cara de luces
anunciando con descaro,
sin conciencia,
ritmo,
impulso,
latido de hastío.


El transporte plural
enseña
una territorialidad
de espacio vital,
y veo tras el cristal,
empañado,
que no espera más que nada.


Toda la ciudad es un desnudo.


Arrugas en cada esquina,
delirios de jóvenes
rien deformes
el tiempo
- empañado- en la cara.


Las esperas
no las resuelve la ciudad
con campanas.
No hay anuncios de naufragios.
Se traspapela el ánimo,
la burocracia acecha.


Toda la ciudad es un desnudo.


A la intemperie hablan
los mismo los patos
que los bancos solitarios,
los semáforos o las radios.
El café se enfría de rutinas.
Las porteras mudan, y se mudan.
No saltan botas en la lluvia
y los patrones se deshilan.


Toda la ciudad es un desnudo,

vivo y ovalado.


Nares Montero

lunes, 1 de diciembre de 2008

La nieve, sin cuajar por favor.


Mi bufanda huele a ti y no la has tocado.

Es increíble como en una milésima de segundo la memoria se dispara.
Y qué casualidad que seas tú, en este momento tú, quién se aproxime a Moncloa en un aroma.
Mi bufanda huele a ti y no la has tocado, la estación entera huele a ti y no has estado.

Los días se suceden uno tras otro. Los escaparates cambian, se adornan.
Los viejos de cerca estudian latín y recuerdan como hace dos mil años las cosas no eran tan diferentes.

Nerón se emborrachaba.

Un trío de cabezudos sin gigantes me miran o me cuidan la espalda de oficina (me recuerdan a otro tú) y los aparatos eléctricos entonan un intento de banda sonora o réquiem mientras los fantasmas mantienen las puertas abiertas con bailes y burlas.

Nada es suficiente. Nada es suficiente.
A veces pienso momentos completos.
Todos redondos.
Visibles y sin secretos.
Pero se piensan solos o me excluyen de su compañerismo infantil y entonces (nada es suficiente) nada.
Un piropo bisílabo, llano.
Nada es suficiente. Ni tu olor en la bufanda de nieve.
Ni la estación repleta de gente
y angustia.
El síndrome de abstinencia siempre viene cuando faltas.
No en otros momentos. No.
Viene descalzo y de puntillas. Entonces la saliva se anuda en la garganta.
Sólo viene cuando faltas.

Ahora otra rutina de escaleras me espera.
Y el colchón y la ausencia y su silencio.
Quizá se cruce alguna mirada en el camino de vuelta y sonríamos las narices rojas.

El frío huele a ti.



Nares Montero