Caminas por un mundo sin laureles.
Las farolas son farolas reales
tan verdad que su luz las ilumina.
La despensa está repleta de latas
que se alimentan a sí mismas, solo
en esa fresca soledad hambrienta.
El teléfono se escucha las ondas
entre las voces mecánicas tuyas,
mías, nuestras, que se pronuncian solas
y se entiende, de todos los acentos,
su rumor y mueca desencajada.
Viene el perro a saber que en su ladrido
hay más de simple, natural, insignia
que en miles de las palabras del hombre.
Y tú miras en el espejo pero es
el espejo quien se mira en ti, mudo
y soberbio de saber conocerse
mucho mejor que todas tus preguntas,
tu razón, tu lógica sin sentido.
N
Foto: Egipto2009. Nares Montero