viernes, 28 de agosto de 2009

Artificio


No te conozco.

Otros te observan
sin esta mirada turística,
que es una elipse hueca.
La boca entreabierta
de un autoestopista.

Fabricas recuerdos
que llevar a las manos.
A mis manos
que no consultan mapas,
ni compran souvenirs.

Está el tacto de visita
por los pelos de tus brazos.
En el reloj, un mundo, detente!
Los segundos mueren por segundos
y se agotan.

No te conozco.



Nares Montero

miércoles, 26 de agosto de 2009

consciencia plástica


Los sucesos te tocan,
se filtran por tu piel, con poros,
como un escurridor que se vacía de agua.

No sabes ver las cosas si no es a través de tus ojos
(en el fondo están los posos, motas que manchan tus pupilas).
Del colador de tu conciencia.
Del tamiz de tus principios.

No somos más que utensilios de cocina
que ni pinchan ni cortan.





Nares Montero

miércoles, 5 de agosto de 2009

El balcón



Aquella casa fue una infancia
sin salir al balcón.


Las hortensias aglutinadas
ocupaban el exiguo espacio
y parecían hacer el amor en masa.
Una ingrávida orgía de macetas
pariendo sin pudor

flores de extranjeros colores.


Todos los bichos,
humanos y abejorros,
atónitos, cantaban
albricias y alabanzas
a la dilatada fecundidad de las plantas.


En el balcón de aquella casa
no había evidencias de infancia.


Nares Montero.

domingo, 2 de agosto de 2009

Escombros

Hoy la socia capitalista, después de escuchar una frase en una película, ha sentenciado:


- Esa es la mejor descripción que he oído nunca de ti! -.


Yo, que siempre estoy absorta en mis pensamientos, o lo que otros más coloquialmente expresarían como "estar en la parra", he tenido que pedirla que me repitiera la frase.


Decía algo así: "Vuela como una mariposa y pica como una abeja".


Me ha dado que pensar (más si cabe).



El transporte en esta ciudad a veces puede resultar como los astros. Sí se alinea adecuadamente todo es perfecto, llegas bien a la cita acordada y nadie le da mayor importancia. Pero los astros son muy difíciles de descifrar. Todas la señales se cernían oscuras. Yo reincidía, como siempre, y el transporte público se desbarataba. No exagero nada: una hora esperando el cercanías, un transbordo al metro que resultó estar cortado, cambiar de anden en la siguiente parada, dos paradas más y otro cambio de andén. Intentaba volar grácil como una mariposa y sin embargo vivía un huracán provocado por mi propio aleteo. Salgo a la calle y una corriente de luces y sirenas desbocadas me dejaban literalmente pegada al cristal de un taxi con destino incierto. Alguien me dijo hace poco que el transporte que yo utilizo en Madrid debe ser diferente al que utilizan el resto de las personas que habitan esta ciudad.

Resulta que el alumbrado también se confabula y miente. Sombras chinescas. Uno nunca sabe si lo que se representa es la realidad o un truco barato.

Así llegaba con el alma desnutrida y la boca roja y sedienta.

Toda mi intención es, a veces, quedarme paciente y quieta mientras transcurren los segundos y que nadie note, en demasía, mi presencia, pero, ah! Ilusa!.

Las reuniones sociales son curiosas. Puedes estar en la misma sala con la persona que más detestas o la que más miedo te provoca y nadie lo nota. Puedes, también, estar con quien amas en silencio y ser obvio. Y puedes encontrar a alguien inesperado. Ya le conoces, te mata y te quiere o no. Odia su deseo. Y se pueden dar las tres situaciones a la vez en sólo dos sujetos y una noche.


La mariposa apareció tras su sombra y se topó de lleno con una par de soldados con directrices concretas y preparados para el asalto. Detrás de ellos estaba el experto en bambalinas. Todo resultaba aterrador y excitante. Los corpulentos soldados hacían de parapeto humano, defendían a capa y espada a aquél experto en hilos de títeres como si se le fuera la vida.

¿De qué? Del insecto metamorfoseado. Irónico, verdad?.


Nadie pareció dudar del peligro inminente que suponía la lepidóptera. Nadie preguntó tampoco porqué le temblaban las patitas, ni porqué su vuelo se había tornado triste y desangelado.

Un buen observador o un experto en la materia se habría percatado de que la luz ya no la hacía tornasolada e iridiscente y que su vuelo decaía o se volvía intermitente y errático.

Pero los soldados nunca han sido expertos en la materia y las ordenes debían ser claras: Bajo ninguna circunstancia habrá que bajar la guardia. Pensarían: Nos podemos esperar cualquier cosa. ¿Qué tipo de magia ocultará un ser de estas proporciones? No hay que fiarse de las apariencias, o si, porque ¿quién nos dice que toda la belleza que irradia este insecto no sea fruto de un hechizo, magia negra o budú? Ahí radica su peligro.

La mariposa esquivaba los envistes de los rudos soldados y mientras, trataba de explicarse, hacerse a la idea, preguntarse ¿qué tipo de peligro podría traerle ella al protegido, al experto en bambalinas?. Ella es pequeña, débil, coqueta. No maneja las corrientes del lugar. No está en su hábitat. No llega sin invitación. No trae explosivos atados a la cintura. ¿Qué tipo de contienda la hace enemiga pública? Ojala ser abeja que pica sólo para defenderse.

El miedo es una emoción primaria que es provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, pasado o futuro. Todas la criaturas sienten miedo, es el método de defensa más natural que existe. Es lógico sentir miedo. Al principio es una inquietud extraña, como una bombilla que se enciende y te muestra que algo no va como debiera.

El experto en bambalinas tiene miedo. Se nota. Demasiadas precauciones le rodean. Todo está demasiado pensado. La situación está bajo control, piensa, todo va bien. Pero ve esa bombilla parpadear y le pone nervioso. No dudes, se dice a si mismo, no aflojes.

El experto en bambalinas se tiene miedo a si mismo. Es obvio. Él ha sido capaz de percibir algo que no sabe como describir y desde entonces lucha contra su propio instinto, contra su propio deseo. La guerra se lleva fraguando mucho tiempo en su pecho y teme. El experto en bambalinas no es soldado. No está preparado para el miedo ni para la lucha. El sólo sabe esconderse del mundo, andar detrás de los focos. El experto en bambalinas es cobarde.

Gratuitamente cobarde. Descaradamente cobarde. Insultantemente cobarde.
Peligrosamente cobarde.

Cuando un hombre cobarde actúa, lo hace siempre para su propio beneficio, es egoísta y nunca prevé la consecuencias de sus actos por que su máxima es no hacer caso a las consecuencias. Su maldición es que es incapaz de encarar consecuencias. Vive atolondrado en un mundo de apariencias e ilusiones.
Un hombre cobarde siempre se refugia en no querer hacer daño, o en no querer cambiar las cosas, o en no querer que las cosas cambien. Todo son excusas. Todas las excusas se las repite a si mismo como un salmo, como un mantra, como un dogma.

Mientras, en ese hermetismo, desde esa burbuja destruye todo a su paso con una pasividad de accidente fortuito. Con la parsimonia del envenenador. Y la mariposa solo puede esquivar tanto desastre y volar entre los escombros.

Te quise, pero el valor de quién lo intenta es su mayor tesoro.
Nunca moriré bajo los escombros.

A vivir y a volar!




Nares Montero


Imagen de EL ROTO