viernes, 24 de julio de 2009

Los misterios de la máquina de escribir IV: Cruel Infancia.


Lleva un vestido azul donde se ven dibujadas lindas cabezas de oca con el pico anaranjado que miran a ambos lados. Sus piernas aparecen desde la rodilla como un terreno desolado hasta el calcetín que por la mañana fue blanco. Los rizos rubios se tropiezan con su nariz menuda cuando corre hacia la casa con algo entre las manos.

Llega con la cara rosa y exhalando vida. Se sienta en los escalones de la puerta que da al huerto.

Mira entre sus dedos. El pájaro no deja de piar en un intento vano por zafarse y escapar.

Es suave, piensa. Es suave e indefenso. Se produce un imperioso deseo de abrazarlo con fuerza, de protegerlo, de no soltarlo nunca. O quizá, lanzarlo al aire y que por arte de magia quede un instante suspendido, despliegue sus alas, pare el tiempo. Un instante nítido, líquido, denso. Y vuelva a sus manos refugio, a su calor de manos blancas, a su infantil jaula.

Tanto rato apretado contra el pecho el pájaro no respira, yace muerto.

Atrapado en alambres de hueso.

La niña mira el pequeño cadaver sin entender. Lo mira quietito, aún caliente, plumón perfecto. Perfecto en sus manos vandeja. Voló.

Quizá después, a la noche, en un momento, apenas un segundo después - o eterno - se le olvide el pájaro oculto bajo un puñado de tierra ritual, tierra sacramento, y juegue libre con su cometa, pero ahora, en este instante de calor de manos, antes de la noche de calor de colcha, siente un escalofrío dulce, como de muerte cerca.

Nares Montero

miércoles, 22 de julio de 2009

The saddest moon

Es curioso como la gente te influye, o como deja una impronta más o menos visible en la vida de una.

El destino es caprichoso. Reflexiono muy frecuentemente sobre la necesidad del artista (y otros gremios) de permanecer en la memoria colectiva o en una breve, pero no menos importante, nota al margen en los libros de historia.

También reflexiono (debe ser que tengo mucho tiempo libre o que, simplemente, existo –como decía Descartes-) en la huella que deja cada uno en la memoria de otro individuo, presente o futuro.

Uno sólo. Un solo recuerdo.

Hoy es el cumpleaños de una de esas personas que tengo la certeza de no olvidar. No sé si eso contribuirá a crear el primer piquete en la memoria de la humanidad, quizá una revolución minimalista o nada. Blanco nada. Pero es seguro que yo la recuerdo y la pienso, como un primer paso a no sé donde, quizá el futuro.

Que esto sirva de homenaje, o regalo, o cursilería de amiga:



Bailabas con una cadeneta
de abalorios instantáneos
atados a la muñeca.
Desenfocados cliks de recuerdo.
Unías cuentas, una por una,
con un cordel invisible, como de pescar.
Y es que, Luna, siempre baila tu pelo
a años luz de tus pies de aljófar.

Caminabas
sobre un rumor silencioso,
de abeja reina.
Un auspicio de néctar y miel.

Y en el frío, Luna,
las avenidas se hacían callejones,
y abrazabas con tu pálida distancia
de satélite metálico y poderoso,
a las lunáticas mareas, Luna.
A parturientas y despojos.
A las lunáticas.

Esdrújula.

Siempre te vi en sueños,
sangrando como las sandías.
Así, cortada en dos.
Toda agua.
Ahora, más flaca,
menguante,
-en día de fiesta-
debes sangrar, creo,
como el mercurio brillante,
como el silencio en las sienes,
como las lágrimas alegres de la compañía.

Y sé, desde esta elipse
-o este eclipse-
de espacio,
que vas a bailar, Luna.
Siempre bailar.


Nares Montero




(A este paso hago un poemario con todas las poesías que te dedico jajaja!
Eres la panacea de la inspiración!)


Y de postre una de mis canciones favoritas (versión Astrud Gilberto)
Ilustracion: ilustracionesbreatrizt.blogspot.com

martes, 21 de julio de 2009

Los misterios de la máquina de escribir III: Cerrado al público


La describía con tal deleite que lo mismo se pudiera decir que era testigo silencioso de otra época, Cyrano de Bergerac oculto, mecenas enamorado de la modelo puta, y decía ensimismado mientras se dirigía decidido a la tercera sala, la de la gran ventana:

Quizá nunca vean nada igual.
El segundo personaje a la izquierda, la mujer de azul. ¿No ven cómo se mueve en un discreto vuelo raso que le da una cadencia de sonata nocturna?

Su espalda se yergue tan vertical que pareciera que sólo ella puede con el peso del mundo, como la quilla de un gran buque varado para carenar de firme, como la famosa odalisca con dos vértebras de más pero sin vanidad, ni espejos.
Cuando camina, sus brazos, lánguidos tules, pareciera que acarician el aire, y sus ojos, coplas marineras que no apuntan a ningún sitio, atraviesan certeros el tiempo.
¿No se imaginan que tiene una risa cómo de seda salvaje y violetas, cómo de fresas silvestres y edelweiss?

Y, ¿No les parece que en verano la alumbre un membrillo maduro, un copo de nieve en invierno y en los tiempos intermedios seguro se transforma en criatura sublime y clandestina, como Titania? ¿Un cuchicheo de siesta o un aleteo imaginario?.

Tiene la boca triste como si mientras la pintaban le dolieran todos los sitos donde no la han besado...

Efectivamente nunca vimos nada igual. Hoy dudo si fue cierto.

El museo cerró sus puertas tras nosotros. Fue una despedida hueca. No hubo alardes ni discursos en su clausura, apenas dos o tres manifestantes que, como los locos que predicen el fin del mundo y gritan en las calles de Nueva York, lloraban la pérdida de su museo más discreto y humilde.
Las telas tuvieron tan incierto destino como sus empleados. Aunque, a veces, cuando paso por el edificio medio desmantelado, tengo la extraña sensación de ver a aquel guía mirando la ciudad arrolladora desde la gran ventana de la tercera sala.


Nares Montero

lunes, 13 de julio de 2009

Repiterapia


No escribiré más poesía adversa.
Se repiten las consonancias y la mies.
El campo no deja de ser el mismo campo
y la catastrofe la misma, otra vez que piensa.
No escribiré versos altaneros,
ni serán graves las palabras que te pronuncien.
El mar avienta de las manos los hollejos tristes
que dejaron tus ojos frutas, tu piel en flor.
No vendrás de nuevo como nunca viniste,
antes o ahora, es lo único que se repite.

Nares Montero

lunes, 6 de julio de 2009

Vanidad


Rescato un texto de los confines del mail



Quizá halla cosas que quiera contarte a ti y al mundo.

Como un grito silencioso pero certero.

Hoy no me arrullan los árboles y no hay novedades que desarmen nuestros planes.

Lo cotidiano acecha tras los marcos de las puertas y se le escucha dominante en los sonidos de los aparatos eléctricos.

Quiero imaginar que me oyes allá en tus circunstancias y que la voz de mis palabras se cuela entre los papeles y los bartulos de tu habitación.

En un día como hoy, sin importancia, nos habremos de fijar el uno en el otro.

Los recuerdos nos llevarán más tarde a entender que estaba escrito nuestro encuentro y que no existen las casualidades.

Quiero saber que aguardas escuchar mis palabras huecas como la caja de una guitarra.

Sabes hoy, en tu ensimismamiento, que sólo tu sabrás dar con las notas correctas.

La noche te agarra de improviso y en algún bar, lejos de aquí, buscarás la frescura de otras bocas. Pero no sacian tu apetito.Vistes de normalidad y desde los pies tu entorno.

Pero he dicho que quizá yo tenga cosas que contarte a ti y al mundo.

Te veo todos los días andando por las aceras, no necesariamente con los mismos rasgos, y aunque me buscas no me conoces y a la vez si.

Sé que jugamos a retrasar un momento ineludible.

Sé que ansiamos escuchar, yo tu nombre y tu él mío, lo preguntarás dos veces antes de que se arraigue en ti la locura perpetua y maravillosa.

No te rías, sabes ya que soy vanidosa.

Vine a contarte algo a ti y al mundo.


Nares Montero