viernes, 25 de septiembre de 2009

Esto no es poesía

Tengo las ganas de llorar atadas a la clavícula derecha
El deseo de que secuestren mi inocencia sobrevolando como un buitre
Carroñero.

A veces sólo soy restos de lo que dejaron otras guerras
antiguas

Examino números
Minuciosamente escudriño cada dígito
en busca de alguna prueba evidente,
o alguna señal intangible,
de que ellos,
primos, naturales, negativos...
tengan, como otros dicen, el secreto mejor guardado

Sangro los días impares del verano
y ahora coagulo

Se me licúan los talones,
esos secos que rozan tierra, mientras se seca la sangre
al calor
Arde la cabeza, se solidifica el alma, y las ganas son puro gas
que se evapora
Los estados de la materia me invaden
sin pretextos de armas de destrucción masiva entre los dientes.
Sin expectativas ni fugitivos

Soy un regazo, o un abrigo?
Soy el cobijo de los cobardes

Y con un silencio entre los labios y un millón de
conjunciones
me dejo hacer
Miscelánea de encuentros rotos
taras alimenticias
remiendo, parche, tirita

Sé, en mi propio engaño,
vestirme por partes
y nunca por los pies, ese fetiche extraño

Tengo miedo. No de reconocer mis caídas
mis derroches, mis vaivenes, mis alambres, mis escudos
mis cencerros, mis campanas, campañas, cascabeles
mis esquinas, páramos y socavones

Tengo un miedo mezquino que sujeta el llanto
atado a la clavícula derecha... donde aún queda hueco.


Nares Montero

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Ahorro

No contarnos cuentos.

Atropelladamente
nos saltamos los tiempos de cortejo.

Pirómana mirada antorcha
consume la duda.
O la aviva, o la nombra.

No derrochar en curriculums vitae.
Dar fe de la falsa legitimidad de los actos.
Prometer bajo juramento
que el silencio es (casi siempre) el mejor aliado.

Hay prisa por amar
incandescentes
insondables
noctámbulos

No contarnos cuentos
y creerlo
hasta perdernos de vista.

Nares Montero

lunes, 7 de septiembre de 2009

Titulares


Podría darte titulares para empapelar la habitación.

Hay una serpiente que repta el bajo vientre de los deseos.

Quiero jugar con el sur
como si fuera una palabra que desdibuja las olas
que sólo están allí. En los párpados viscosos.
En el calor más profundo, el de vainilla.
Cuando pienso en ello,
en eso que tú y yo sabemos,
siempre me imagino una niña dando vueltas
haciendo que la falda del vestido
alcance el cielo raso de su cintura
aún por formar.
Ríe y se marea,
como cuando me tocas.
A veces no sucede más que un escalofrío.
Otras, tengo la tendencia suicida
a lanzarme en tus brazos,
en el hueco, esa canasta.
Aterrizar en un aeropuerto fantasma
es uno de mis pasatiempos favoritos.
La hora de la comida se queda en los pulmones.
Llueve a cántaros (¡carámbanos!) en los pies.

Te escribo como si sonaras.
Como si tu refugio fuera mi caja de resonancia.
Un mundo perpendicular en el que los sucesos fueran, se fueran,
inservibles.
Todas las cuerdas te rozan y tu apareces,
tan de repente, como un susto de cine.
Sesión golfa.
Cubierto de gotas, húmedo.
Recién nacido en un invernadero.
Te rodean tomates y acelgas
y menguado pero maduro abres los ojos pulpa,
las verdes vainas que me piden
un susurro de alimento,
sexo postrero y maternal.
inicio de vida y un mundo limpio
que es una esperanza maltrecha.

Podría darte titulares y te doy la esquela de tu muerte,
porque no existes.



Nares Montero

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Teorías del color: día 1


Los días de sol blanco
nos habitan,
fluorescentes, traen
la promesa de una lluvia futura
como una náusea anclada en la garganta.
El verano caduca.
La piel, entonces,
es el tambor hueco que gira
en una lavandería olvidada.
Miras.
Ves la gente.
Camina a fuego lento,
sin dejar que nada hierva en las calles,
ni en las entrañas.
Los escenarios donde pintan sus derrotas
se convierten
en una vigilia obscena,
en un escaparate
donde un sol de cartón piedra
sonríe
maliciosamente.


Nares Montero