
Toda la ciudad es un desnudo.
Está sola la estación
de blanco hospitalario
blanco insultante
pulcro
blanco
sanitario.
Está sola la estación
de blanco hospitalario
blanco insultante
pulcro
blanco
sanitario.
Tornos abiertos
-declarando la selección natural del día
y el abandono como morada de la noche-.
Ciudad hostil -en cueros,
puertas abiertas- espera engullirme.
Será el monstruo del armario,
la oscuridad camuflada en ruidos
y hábitos diarios.
Cara de luces
anunciando con descaro,
sin conciencia,
ritmo,
impulso,
latido de hastío.
El transporte plural
enseña
una territorialidad
de espacio vital,
y veo tras el cristal,
empañado,
que no espera más que nada.
Toda la ciudad es un desnudo.
Arrugas en cada esquina,
delirios de jóvenes
rien deformes
el tiempo
- empañado- en la cara.
Las esperas
no las resuelve la ciudad
con campanas.
No hay anuncios de naufragios.
Se traspapela el ánimo,
la burocracia acecha.
Toda la ciudad es un desnudo.
A la intemperie hablan
los mismo los patos
que los bancos solitarios,
los semáforos o las radios.
El café se enfría de rutinas.
Las porteras mudan, y se mudan.
No saltan botas en la lluvia
y los patrones se deshilan.
Toda la ciudad es un desnudo,
vivo y ovalado.
Nares Montero
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