viernes, 28 de noviembre de 2008

Los misterios de la máquina de escribir I: "CLICK"


Mientras la fotografiaba notó que también ella respiraba.


Pensaba en el catálogo, en las fechas de entrega, en las últimas palabras de su jefe instándole a terminar el trabajo cuanto antes.

-¿Que más da la calidad?- le dijo.

Pero a él, tan metódico, tan pulcro, esa frase se le clavó en el estómago como un puñetazo.


Pisaba descalzo los negativos velados que se habían desprendido de las paredes de su estudio.

Las fotografías amontonadas en los rincones no tenían ningún valor pero nunca pudo desprenderse de ellas y ahora le invadián.

Ensimismado en la banalidad con la que le pedían que realizase un trabajo que para él tenía la importancia de la religión, de la fe más profunda, fue colocando focos. Uno por uno en el lugar preciso. Medía la intensidad de la luz como si orara en pos de una salvación divina.

Preparó todos los elementos con la minuciosidad y la precisión de un cirujano.

Ella en el centro.

Fue a la cocina a por una copa de vino, abrió la nevera y se cercioró que tenía carretes de sobra, se quitó el jersey de cuello alto como quién se libera de unas esposas o unas cuerdas que te atan a una realidad violenta.

Se aproximó a la cámara y le dedicó una sonrisa casi imperceptible. Dio un sorbo de la copa, la colocó cerca, en esquina de la mesa y con vida propia la copa danzó buscando el equilibrio del hombre de Vitrubio.

Se acercó al visor pensando aún en lo miserable que le parecía seguir haciendo fotografías para revistas, y catálogos de venta. Todo su talento desperdiciado.

Pero ella esperaba, frente él, la mejor foto.

Estiró los dedos y el "clic" del disparador le produjo una satisfacción casi sexual.

Había comenzado su ritual.

Cuando cambió el primer carrete percibió un mínimo movimiento pensó que sólo era su imaginación.

Continuó absorto.

Entonces, con un único ojo abierto y toda la atención en su figura, notó que también ella respiraba.

Los segundos se alargaron buscando ansioso la siguiente inspiración.

No podía despegar sus ojos de ella, sentía sus latidos acompasados, quedos.


Todo quedó en silencio.


Le encontraron tirado en el suelo.

En una mano la cámara de fotos, en la otra la virgen de porcelana parecía haber muerto con él.

Nares Montero

2 comentarios:

kika... dijo...

mi lengua de bala llega la primera

me gustan las fotos
las historias sobre fotos
los cuentos con fotos

tus fotos también

y ya sabes que tenemos una sesión pendiente (el lunes acabo los exámenes y ya estoy más libre)

besos
me gusta tu blog
con su letra en cursiva y todo
K

Nares Montero dijo...

Kika mágica!
El término "lengua de bala" fué un regalo que me hizo Pedro de Mingo en el recital y con el que desde aquí le hago un pequeño homenaje por ser un tio tan grande.
Pronto podremos hacer esas fotos!
Tengo muchas ganas!
Me encanta que te guste mi blog... me sube mucho la moral jeje!
Ais que ilu! muack