domingo, 8 de marzo de 2009

Jaquecas




Me he levantado con los acordes de una canción en los labios, como en ese cuento en el que todos los habitantes de la ciudad amanecieron con granos de azucar en la boca, pero sólo se dieron cuenta los que al despertar se besaron.
Mi ritual matutino comienza abriendo un ojo, solo uno. Con ese miro alrededor comprobando que todo sigue en su sitio, que la noche que ha pasado no ha desbaratado mi, ya de por sí, desordenada habitación.
Cuándo he comprobado que todo continua en su lugar o que algunas cosas han cambiado de posición por efecto de la gravedad y la falta de equilibrio, entonces abro el otro ojo. El que se resiste a la luz o a despertar del todo. El que guarda en la retina la última imagen del sueño, el que tiene candados de legañas y al que se le escapa una lágrima cada vez que tiene contacto con el aire.
En realidad ese ojo siempre llora sólo y sin permiso al terminar la jornada y al comenzarla. Como si cualquier cambio de realidad le afectara. A mi me parece una reivindicación silenciosa a la vida o a mis vidas. A todas, él las llora.
Me incorporo en la cama y toco el ratón del ordenador, situado casi como mesita de noche. Entonces se enciende la pantalla. Me quedo unos segundos escuchando los ruidos del otro lado de la ventana y de la casa. Esos ruidos que hacen el silencio. Todo parece estar bien.
Mi boca sigue su ritual se tararear esas pocas palabras que recuerda de la canción. Tienes 10 mensajes nuevos en tu bandeja de entrada. Abro el blog para ver si alguién ha actualizado y a la vez abro goear.com para encontrar la dichosa melodía, a la que por cierto he cambiado el título, pero la encuentro y comienzo a escucharla una y otra vez mientras leo los nuevos post de amigos virtuales.
Hoy un verso mágnífico me ha hecho pensar, así de mañana y encontrar respuestas a algunas cuestiones. ¿Son respuestas?

Me gusta saberme un poco ermitaña. En realidad paso mucho tiempo encerrada en mi habitación, con el ordenador a un lado, una pila de libros graciosamente desmoronada a mis pies o cerca de las muñecas, de las articulaciones. (A las otras las exilié hace tiempo). Debajo de la almohada está el movil que suena amortiguado la hora prefijada como alarma. Me he despertado antes que él.
Me llevo un cigarro a la boca y me percato que es el último que queda en la cajetilla. Tendré que liar algunos cigarros si es que queda suficiente picadura. Es incómodo notar un vacío en el estómago cuando no hay tabaco, pero fumo demasiado y en un rato tendré que salir, así que podré comprar más, pero aún falta tiempo para eso y quiero fumar aunque... fumo demasiado.

Comienza la ansiedad. Temprana y silenciosa se apodera de la boca, de todo el hueco, hasta de los espacios interdentales. El cuello se tensa y la resaca de la migraña nocturna patalea por un poco de atención.
Ayer vino Virginia Wolf, se pasó por casa, tomó té y pellizcó unas magdalenas que estaban de bodegón en un plato de porcelana.
Se quedó sentada con ese tono enfermizo en la piel y cuando suspiraba le salián peces naranjas de la boca. No preguntó nada, pero en un segundo pareció que me miraba. No le pregunté nada, porque apenas era un holograma de mi ansiedad, una etérea imagen de mi miedo a la locura. Aún noto el sonido de su falda, ese cuchicheo diáfano y menudo a la vez, cerca de mis zapatos rojos. Ahora a los zapatos les da un sol que también parece victoriano.

Creo que soy de combustión lenta, como anuncia el librillo de papel de arroz que danza el borde de la mesa. ¿Cuanto tardaría en quemarse toda mi habitación? ¿Como volarían las cenizas de mí incendio? Sólo escombros. Grandes, pesados. ¿Que hueso o que parte de mí sería la sorprendida, en el infortunio de un desastre, por un perro? ¿Cuánto tiempo habría de estar sepultada? Quizá un olvido, o un recuerdo. Quizá un cigarro sin filtro, eterno. Fumo demasiado.

Juego con los cordones del pántalón del pijama. De noche, desnuda, pierdo la ropa. Cuando amanece me visto y tapo el frío de los antebrazos y las nalgas. Me avergüenza sentir mi cuerpo desnudo a la luz, a la del sol que nada esconde y mucho ofende, mi piel. Cuanto más engordo más suave, más cicatrices, más limosna.

La migraña es una compañera mezquina. Llega oportuna cuándo menos se la necesita.

Ayer se firmaban decretos ley en mi cubo de basura. Reunidas casi todas las partes debían solventar cuestiones prácticas, físicas y teológicas. El karma decidía llegar tarde a la firma por unos percances vecinales y mil excusas falsas en la boca. (El karma tiene muy mala boca). Las manos se entretenían liando un canuto sin "o" y algo de destreza tomada prestada, el hurto de los inocentes. La imaginación gritaba, desmedida siempre, en su burbuja, mientras la cordura y el sentido común se enredaban a lenguas y brazos en algún lugar oscuro. La migraña es la amiga "oportuna" que llega sin invitación y zanja las cuestiones importantes con un golpe en la mesa pidiendo más bebida. Nunca se sabe sin con ella comienza o termina la fiesta.

Fumo demasiado y me duele la cabeza. Nada se resuelve en estas circunstancias. Me hecho a dormir y amanezco hoy, primero con un ojo, después el otro llora. Quedan asuntos pendientes que ya no quiero resolver. La eternidad dura lo que tarda un cigarro en consumirse, unos cordones en enredarse, una mujer desnuda en desvestirse, la aparición de la locura y un corazón en romperse.

Lástima de amistad mezquina disfrazada de migraña. Ya acabó el carnaval.

Nares Montero.

3 comentarios:

Edu dijo...

Bello despertar con silvio Rodriguez y sus acordes, dulce retrato tuyo en la vida, la luz, tu cuerpo desnudo y la vida consumiendose. Pero mientras nos consume, respiremos su sabor.
Un Saludo.

kika... dijo...

y después de eso suena crack

(el ruidito de dos corazones rajándose de manera inmisericorde)

hay días en los que la jaqueca, aunque metafórica, parece de verdad

es de verdad

(siento la desconexión)

besos
K

Anónimo dijo...

Coincido en que los acordes de Silvio son un bello despertar.....pero el culmén sería no tener que taparse o subirse la ropa para quitar el frio, sino que hubiera un brazo (abrazo) que apaciguara ese frio.....y de paso esa sensación de.......soledad???....