lunes, 14 de febrero de 2011

¿Viste Madrid una mañana?


¿Sabes? Todo sucede de repente. Entonces, tras, acaso, un segundo después y la puerta se cierra de golpe o explota el chicle -boom chillón- de la adolescente que escucha rap o house en el asiento de al lado. Vas en un autobús, era predecible, todo lo es en el fondo, piensas. Luego una pestaña se escurre hacia su carita de niña tonta, de mundo por delante, y ya quieres mirar así a todas las mujeres y que te asusten sus pompas, aunque fúnebres. Bajas despacio recordando el color castaño, que es como todos pero brillante y nuevo como la colonia nenuco y recuerdas, también así, de improviso, que nunca elegiste tu propia colonia, que tardaste siglos en comprarte ropa que te gustara y ahora te miras los pies descalzos de charcos. 
¿Ves? Así se logra la sorpresa. Un momento de sol después y ya ha vuelto el invierno sin paseos y toda la prisa se agolpa en los pasos de cebra. Puedes intentar mirar a los ojos de La Cibeles y que te rujan sus leones con sus dientes como piedras y su pelo como agua y la fuente que se estrecha en la lejanía y ya no te acuerdas de los ojos de la diosa, de la plaza, ni de la muchacha porque subes la calle Alcalá rumbo a la Gran Vía sin saber a donde vas, como lo hacen todos, alternando la vista entre el suelo y los edificios altos que quisieran ser Manhattan pero no y ¡qué bonitos! Se lo dicen a sí mismos y saben también que tú lo piensas, como lo sabe la mujer de las piernas largas que acabas de cruzarte y a la que has mirado de reojo. También ella lo ha notado, su sonrisa por dentro, su cadencia silenciosa de manoletinas puestas y gafas de sol. 
Siempre parece corta la Gran Vía, más por las mañanas que sólo pisan los turistas perdidos y locos de cartera floja. En el suspiro de Montera te enciendes un cigarro y caes en la cuenta que saliste con la intención de ir al Parque del Retiro y ahí estás en todo ese amasijo de edificios y putas, de presuntas callejuelas que no conoces tras los costados de la inmensa calle. Siempre has querido recorrerlas y siempre ha sido un momento fortuito repetido como una secuencia programada de antemano, que hace que las sepas aún sin conocerlas, como a todas las mujeres que has tocado sin que te exploten sus caricias por dentro, con la prevención y la dicha ladeada de quien ahugura un buen final y no. No hay quien se atreva con las grandes ciudades.

Nares Montero
Foto: Nares, realizada por Lady K

4 comentarios:

M. dijo...

las ciudades aprenderán a tenernos miedo.

Vale dijo...

te acuerdas cuándo te dije que qué hacíamos en montera y tú me dijiste, pues subir a fuencarral.

Anónimo dijo...

Texto deveras interessante neste blogue, assuntos deste modo dão motivação aos que aparecer aqui .....
Escreve muito mais do teu web site, aos teus utilizadores.

trovador errante dijo...

Niña de rojo asfalto, te debo un mail, no me olvido, llegará en el momento preciso...;-)

Un besote,
Kike