miércoles, 17 de febrero de 2010

Ruidos


Antes alzaba la voz con frecuencia. Nunca me he sentido más escuchada que en la adolescencia. Me explico: Cuando en un arrebato obligaba a los presentes a oir un parlamento caprichoso y vanal a gritos. Ellos me escuchaban. No les quedaba de otra. Con el transcurso del tiempo todo se sosiega. Una se cansa de ir vociferando por la vida y se da cuenta de la inutilidad del derroche sonoro. No escuchaban. Nadie lo hace.


Tú vienes sordo. Lo sé. Me dió esa impresión el día que me miraste las tetas mientras yo te hablaba de... qué se yo. Lo cierto es que también me fijé en como las estabas mirando. Ni siquiera yo me escucho muchas veces. Total, es como oirse en estéreo. Nada nuevo. Lo de las tetas tampoco. A veces una cree que soltar un parlamento cargado de razón y llevar escote es compatible. Chica no, la vida no funciona así.


Tus muslos sí me prestaban atención. Los tenías apretados y posabas las manos en las rodillas, como si te estuviera juzgando todo mi cuerpo. Ellos si escuchaban el roce de la ropa, el atuse del pelo, las sílabas que se quedan bailando al borde de mis labios. Rojos, siempre rojos para que tengas algo más que echarme en cara. Los reproches siempre son sonoros. Quizá vengan como una brizna de aire que te eriza la nuca. Nunca te he dicho cuánto me apetece que me erices la nuca. Que muerdas. Ahí sí grito, adolescente. Toda tu tensión se cuadra ante mí como los alabarderos. Qué tropa! Y yo soy sólo una niña que da vueltas y más vueltas en el patio de armas.


Cuando andas dos pasos por delante y mí voz te llega, sigues sin escuchar demasiado. Atiendes para calcular la distancia exacta donde me encuentro y poder girar en un grado exacto la cabeza y oler. Eso también me gusta de ti. Llevas siempre las manos en los bolsillos y te haces sangre con las uñas cada vez que me hueles. Tú sabes como hacerlo. Son años de práctica. De constricción atea. Y se te cambia la cara cuando alguien pregunta por mí perfume. Como si sólo fuera tuyo. Y chisporrotean tus pupilas como si pudieran tocar mi carne. Así, vuelta y vuelta. Casi cruda.


Luego te acercas con esa falsa naturalidad de montaña que va tras mahoma. Yo quiero pensar que sigues sin escucharme porque a veces no digo más que tonterías. Sobre todo cuando estoy contigo y tengo atados los intestinos y la lengua sabe donde buscar el nectar que necesita pero sigue sujeta. Te acercas como un atolón, rodeándome y susurras: ¿qué buscas?. Yo revuelvo los estantes, me sonrojo y pienso exactamente en eso. Luego te miento.


No se me da bien decir las cosas claras. Merodeo por los argumentos más peregrinos, rodeo los verbos, me columpio en tu nombre. Sólo se trata de un juego. Aprendo, tan despacio. Jugar es sólo un recurso para tenernos más tiempo juntos. Lo sabes. Eres tú el que suele romper la baraja. Y entonces yo me ahogo y no hay grito que valga. Échale un nuevo vistazo a esa visión entreabierta de mi blusa. Recuerda que es allí donde quieres quedarte a dormir. Esa es la última esperanza de volver a verte. Que sigas deseándome. Silencio. Alguien viene.

Texto y dibujo de Nares Montero

4 comentarios:

kika... dijo...

así son los sordos
aunque no los sordos de verdad

(menos mal que tu corazón oye bien)

besos
K

Unknown dijo...

Me ha encantado.

Yo tengo una teoría que he solido llevar a la práctica más de una vez. No será válida para todos, pero sí para mí después de algún tiempo arrastrándome detrás de algún sordo. Y es que es mejor dejarlos escuchándose a sí mismos, porque por mucho que una grite e intenta hacerse oir nunca la escuchan.

Y es ahí cuando una empieza a sufrir.

Un beso Nares. Últimamente estoy un poco ausente pero leyendo todo lo que escribes, en la lejanía. Cuídate!

trovador errante dijo...

Mira niña roja, yo estoy hasta la polla de sordas...que quieres que te diga. A mi los juegos ya no me velen de mucho...y mira que soy nene, y lo sere...pero tambien soy un hombre...que le escribe poemas a sordas y a lapiz en papelillos de fumar...

Niña, que tu eres tu cuanto mas cruda mejor.

Un abrazo a tu escote, y a tu oido.
Kike

Nares Montero dijo...

Algo me decía que vosotros 3 comentaríais este post. Jajaja! Y es que es a la antigua usanza y además sabéis entenderme. Jeje!

Kika, menos mal que tu corazón tampoco es sordo. Aunque a veces parezca un ventaja serlo. TQ

Ohiana leal, fiel, preciosa... intentaré utilizar tu táctica... auqnue yo no soy buena ni en tácticas ni en estrategias y si utilizo alguna siempre me decanto por aquella de Benedetti.

Kike, de sord@s está el mundo lleno... son como las meigas... haberlas hailas! Yo quiero poemas en papelitos de fumar y siempre siempre cruda.

Besos enormes, rojos, a los tres.
N