Cuándo descubrí a Schiele, sus denudos me parecieron irreverentes y blasfemos, quizá por eso llamaron tanto mi atención, me gustaba. Incluso me excitaban. No una excitación física de flujos y jadeos, pero si una exitación más perversa. Esa que vive recluida. La de los fetiches, los tabúes, las secrecciones más intimas del pensamiento. Esas que no pasan por ningún tamiz.
Él me traslada a un mundo diezmado de lineas rectas y rasgos perfectos. Quizá por eso me identifico tanto con sus retratos. Sí bien hoy me traslado coqueta y translúcida a sus desnudos y sus voluptuosas líneas que son la periféria de la anorexia.
N. Montero
Imágenes Egon Schiele
1 comentario:
Me gusta el mundo de Schiele y lo bien que lo expresas, si yo pudiera...
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