domingo, 29 de noviembre de 2009

Los misterios de la máquina de escribir VI: Escondite.


- Diablos de pantalón!

Notaba como un hilo de aire le subía por la pernera y se escondía en los muslos sin llegar nunca hasta su boca.

Los golpes han cesado hace rato. Tapa el pique de la pared metálica con la yema del dedo y la energía oscura lo envuelve todo. La nada pesa. Han cesado los golpes amortiguados.

Los muchachos le contaron que sería así, un eco, hueco, que sabe rancio, donde no se distinguen las palabras. Todo lejano. Voces de ultratumba, distorsionadas como en el río, cuando bucean hasta lo más profundo. Ahora ya no les dejan, dicen que el agua está sucia pero siempre estuvo así. Si no abren los ojos no escuece ni nada, pero ahora ya no les dejan.

-Voces de ultratumba... no pienses! No pienses! Cierra los ojos fuerte. - Grita y las palabras rebotan de las paredes a su cuerpo, de su cuerpo a las paredes. - No pienses!

Madre cose ropa en la silla baja, todo huele a miel y almendras. En la calle los muchachos le llaman a gritos. Miel y almendras.

-¿Y si ya es de noche?

Sus pies descalzos se encogen de frío, hace rato que le duelen las rodillas y se agarra el pantalón con ambas manos. Esa postura.

Pensaba en matarlos, a los muchachos, pensaba en matarlos. No de verdad, claro, pero esto había dejado de ser una broma hace rato.

- Se han pasado de castaño oscuro - Repetía.

Eso dice padre cuando el otro llega tarde: -Esto ha pasado ya de castaño oscuro.

- No te encontrarán! - Gritaba el eco. -Claro que no!-.

- Si ni yo sé donde estoy. - Pensaba él.

El mareo y las tripas llenas de protestas le martillean.

-¿Cuánto tiempo habrá pasado?

Se hace mil preguntas por segundo. La cena, las botas perdidas, la noche, animales, los muchachos, el frío, los golpes, no hay golpes. Ya no hay ruido.

Padre ya debe saber que faltó a la escuela.

- Me la cargo! Padre me mata.

Este es un buen escondite.

Nares Montero

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