sábado, 21 de marzo de 2009

Pájaros


Tengo el cuerpo lleno de caras, como las de Belmez.

Me miro desnuda, frente al espejo grande y todos esos rostros miran con ojos de agapurni.
Oscuros, pequeños, inquietantes.
Su tinta se enraíza en la dermis y surgen surcos nítidos.
Cicatrizo hacia fuera.
No pueden verlos. Al día soy clara y exuberante. Le gusta.
Mi cuerpo en la noche muerde y parpadea, a veces sonríe y otras grita. Le gusta.
En la palma de las manos nacen dientes.
Al día soy blanca y de noche me arropo.

Una paloma en la terraza danza a la espera de picotearme los espacios interfaciales.
Se pregunta qué criaturas ululan por su ciudad, por sus piedras.
También mira mis ojos de pájaro tatuados.
Cuando tuerce el cuello y parece reconocerme, es macabra su postura, yo la imagino muerta.

Como aceitunas desnuda frente al cristal, los pipos caen a mis pies y yo la imagino muerta.
Muerta sobre un poyete, una azotea, esa terraza llena de piedras, en el asfalto de una carretera también muerta, como un surco olvidado.
Los rostros se tornan invisibles y pian enloquecidos.
Y los insectos se adueñan del pequeño cadáver.
En realidad me espera, no muere.
Sal de tu jaula, dice silente, la batalla cubre de noche todos los colores.
Sal de tu jaula.
Sal de mis ojos, sal de mi cocina, sal de mi mar, sal de mi yodo.
Se va.
Mientras, yo mastico aceitunas y escupo a mis pies semillas que los rostros cantan.
Esas caras no se calman, se agrietan. Su visibilidad es errática.
Divergen exhaustas o reaparecen.
Como una advocación mis retratos cumplen fechas.
Responden un algoritmo intrauterino o estelar.
¿Quién lo sabe?.

Hay alguna estática y persistente. Cara que no desaparece ni varía su forma.
Escríbeme la tinta que te marco.
Atiende mis labios que yo te dicto entre fiebres y estertores las palabras de tu ánimo.
Nadie escucha.
O ¿quién no escucha sus palabras sí se posa entre mis dedos y los baila y los enciende?.
Es ave desplumada que persiste en la memoria. Ese retrato, concreto.
Tiranía sin alas. Dictadura de rescate. Holocausto de abstinencia.

Débil, cansada tomo una última aceituna entre los labios y la trago sin masticar.
Quizá en un sueño germine una primavera de gaviotas y olivos. No más pájaros.
Quizá en un sueño germine un calor escurridizo, como de sabana abierta.
O húmeda tormenta y tucanes. No más pájaros. No más.

No me gustan los pájaros que no están en el cielo. Debería existir un nombre para los pájaros cazados, para los capturados o para los que ocupan con sus ojos las caras de un cuerpo desnudo, habitado.

Me deslizo en un desahucio práctico, en un desahogo infantil y los trinos paran.
Sé que tengo el cuerpo lleno de caras tatuadas, como las de Belmez, aunque quizá son fantasmas.

Nares Montero (de Papel Fotográfico)

6 comentarios:

Jose Zúñiga dijo...

Vas creciendo, amiga.

kika... dijo...

son quizá fantasmas

no sé si decirte que no dejes que te miren...

besos
K

Edu dijo...

La vida va dejando tatuajes en el alma y ellos son los instantes cotidianos, que recojen tus versos, letras de ciudad y de momentos. Los poemas mas bellos son los que dicen sin decir.
Un Saludo.

Unknown dijo...

mujer arácnida...
me recordaste
a ciertos poemas
olvidados
tatuados
en mujeres
olvidadas (scorza dixit)

besos con aceituna...

Nares Montero dijo...

Jose gracias! es todo un honor y un halago que tú me digas eso. Intento seguir creciendo continuamente.

Kika a estos fantasmas hay que mirarlos a los ojos y sacarlos pa' fuera. Lo están pidiendo a gritos!

Edu, me encanta encontrar tus palabras por aquí, me revitalizan.
Me preocupa que la gente entienda con el corazón, que es como hay que entender las cosas.

Troba, bienvenido! y gracias, mil gracias! Algún día te contaré mi teoría de las mujeres arácnidas jeje!

Besos para todos!
Muuuaaaccckkk!

Anónimo dijo...

Naresita...

Nu me he enterau de nás... ¬¬

puff...

Escribe algo facilito pá mi algun día :-(

mimimi...

:-(